miércoles, 31 de marzo de 2021

Aníbal versus Máscara Año 2000.

Un match que a pesar del paso de los años me sigue resultando difícil de catalogar es el que sostuvieron Aníbal y Máscara Año 2000 por las máscaras. Desde el escándalo hasta lo ridículo pasando por el justo respeto a una trayectoria y las poses de diva, no hay adjetivo que no me haya pasado por la mente cuando pienso en esta lucha. ¿De qué trata? Ahí si no tengo dudas, versa sobre recalcar que el eventual ganador no está al nivel de Anibal y que por tanto no se merece su máscara.

Anibal, forzado por las circunstancias de su ya entonces penoso estado de salud, prácticamente se vio obligado a apostar y perder su máscara en la EMLL. Seamos honestos y aceptemos que en aquel entonces en el elenco coliseíno no había ningún luchador digno de esta victoria. En el gremio habían varios luchadores a los que Anibal no les hubiera puesto mayores objeciones para concederles un final limpio y entregarles su máscara pero la mayoría de estos eran unos desconocidos para los televidentes. No tenía ningún sentido promover a un luchador foráneo y que, en términos mediáticos, era poco atractivo.

La elección del rival fue controvertida pero acertada. Máscara Año 2000 hasta entonces era un luchador con una carrera modesta y que a pesar de algunos logros pasados su principal carta sobre la mesa era su parentesco con Cien Caras. Carmelo Reyes, muy probablemente la verdadera súper estrella de la década de los noventas -título que solo le disputa El Perro Aguayo-, había tenido un éxito inconmensurable en su rivalidad con el Rayo de Jalisco Jr. de modo tal que su hermano era una apuesta lógica si lo que se quería era repetir dicho éxito. Evidentemente, las razones de la empresa no eran las mismas que las de Anibal, quien nunca se sintió a gusto con su verdugo.

La apuesta presentaba a un luchador prácticamente al borde del desahucio y otro cuyo hermano recientemente había sido destapado. Ni para la gente del medio era fácil decir quien de los dos perdería de modo tal que, para la inmensa mayoría, el final fue sorpresivo.

Como antesala del match se grabó un segmento para la televisión al que Jesús Reyes no asistió. Según el segmento, Reyes se ausentó para prepararse, según la lógica, pudo haber estado de gira y según mi retorcida mente, desde ahí empezaron los desplantes de Carrillo. Ni te veo, ni te oigo, diría aquel.

El inicio de la lucha siguió la misma tónica. Máscara Año 2000 ataca cual vil mazacote y Anibal, sin siquiera verlo, se hace a un costado y deja que aquel se estrelle solo. Dan ganas de gritar ¡Ole! pero el decoro y la decencia no lo permiten. Como el poste es el primero en pegar, la lona el segundo y Aníbal el tercero, Máscara Año 2000 oficialmente es el cuarto en hacerlo ya hasta entrada la segunda caída pues durante la primera ni siquiera mete las manos. Jesús Reyes no es un novato, pero como si lo fuera, porque fue devorado por Carrillo cuando se pactó la lógica del combate. Tampoco  le puede dar replica como luchador y ni siquiera funge como rudo, porque para esto último está Carmelo, el verdadero rudo del match. Cien Caras se pavonea abajo del ring y la gente se emputa, los hace como quiere y aprovechando una de tantas bravatas se dirige hacia las butacas y se hace de una botella de Coca-Cola. Nunca sabremos si por compasión y respeto o por exigencia de Ánibal, Carmelo tomó el envase del líquido para preparar diabetes y se lo estrelló en el hombro a Aníbal en vez de reventarselo en la cabeza. En fin, para efectos de la lucha libre le pega en la cabeza, vaya, si una patada en la quijada suena como una palmada en la nalga, no encuentro razón alguna para negar que el botellazo fue a la cabeza. "Ya se acabó" pienso en mi interior pero Aníbal no comparte mi opinión.

Ni desahuciado, ni con un referí inepto, ni con su hermano y mucho menos con un botellazo en la cabeza es suficiente para que Máscara Año 2000 pueda superarlo -Estoy seguro de que si Jesús Reyes se hubiera reclinado en el féretro de Anibal, Ignacio Carrillo también se hubiera levantado-. La huida de Carmelo Reyes hacia los vestidores no es gratuita, tiene su simbolismo porque le pasa la estafeta a su hermano quien tendrá que graduarse como villano en unos cuantos minutos. Ya sea por las exigencias de Carrillo, por las ganas de innovar o de ambas, se elije un final bastante absurdo pero en ese momento funcional y escandaloso. Como toda trampa anterior fue insuficiente, se tiene que recurrir a un involuntario puntapié en los huevos del oficial para ponerle punto final a la obra. Caray, ni el madrazo final se lo puso Chucho.

Jesús Reyes aprueba el examen que lo acredita como rudo y Aníbal se despoja por la máscara para revelar un rostro ya castigado por el tiempo y la enfermedad. Todos pensamos que es el turno de darle la máscara al vencedor pero Ánibal tiene otros planes. “No eres digno, digno es mi hijo”. No hay diploma ni título para el recién graduado.

Aníbal falleció unos pocos meses después de haberse cumplido dos años de la celebración del match. Tuvo tiempo para ver a Máscara Año 2000 convertirse en un buen rudo y protagonista de varios éxitos más pero ya no pudo ver a su hijo en el ring, La máscara del guerrero cartagines jamás llegó a las manos de Jesús Reyes y tras la muerte del heredero de la misma las posibilidades de que un día lo haga son remotas.

Máscara Año 2000 posiblemente no era el hombre más digno para quedarse con aquella capucha pero su disciplina y humildad fueron de destacarse. Le pusieron un alto precio a su más valioso trofeo, lo pagó y aún así no hubo tal. Si hubiera justicia y sus herederos estuvieran de acuerdo, algún día la máscara de Aníbal debería de llegar, finalmente, a las vitrinas de Jesús Reyes. Al final, si en ese momento no lo era, después si se hizo digno de ella.