El presente es un tema en donde seguramente la mayoría de aficionados actuales ya tienen en su mente el nombre de quien merece ocupar el primer lugar, sin embargo, es preciso señalar desde este momento que no coincido con tal designación.
El paso del tiempo no solamente es inexorable sino también ingrato. En efecto, a la generación actual de aficionados poco le importa lo que vivieron las generaciones pasadas y ante la ausencia de voces que argumenten a favor de estas, monopolizan la narración de la historia. Lo anterior se advierte cuando en ejercicios similares la discusión se centra exclusivamente en anunciadores que alcanzaron su mayor grado de fama durante la década de los noventas y en el único anunciador que conocen de las décadas pasadas.
En efecto, nombres como Alfredo Adam, Fernando Buenabad y Maximiliano Aguilar han sido borrados de la historia a pesar de que pertenecieron al selecto club de anunciadores autorizados para anunciar tanto lucha libre como boxeo. Es hasta cierto punto irrisorio que la afición actual pondere a personajes que ni siquiera acreditaron el examen que les permitía anunciar box y lucha libre y que únicamente pudieron anunciar ambas disciplinas cuando dicho examen había perdido todo su prestigio. Así es, existe un ignorado parámetro de conocimientos que hoy día ni siquiera se toma en cuenta al momento de definir una discusión de este tipo.
Dicho lo anterior he de decir que me centré exclusivamente en tres anunciadores y que en cada uno de ellos ahondaré en las razones para atribuirles su respectivo lugar. La mayor diferencia del presente ejercicio con otros es la exclusión de Javier "Vitorino" Vargas y la razón para ello es que erróneamente se le han atribuido frases que, en realidad, eran comunes en todos los anunciadores, o bien, se le asignan méritos que en orden cronológico le pertenecieron a otros. Su potente voz e ingenio no están en duda pero si su originalidad. En el mismo orden de ideas existen casos como los de Arturo Rivera, Jesús Zuñiga y Andrés Maroñas que en el sentido estricto fungieron como una triada de anunciadores cuyo estilo fue muy original pero que carecieron de la voz y de la clase de mis tres elegidos. En esencia, del mismo modo en que la voz sin originalidad pierde puntos, lo mismo ocurre con la originalidad sin voz, clase y conocimiento.
3. Adolfo "Fito" Bonales. Hijo de Adolfo "El Patrón" Bonales, luchador olímpico, promotor, columnista, comisionado y anunciador. Él ocupó prácticamente todos los cargos que se pueden ocupar dentro del llamado "deporte espectáculo". "Adolfito" es conocido principalmente por haber sido "la voz del Toreo", aunque en realidad también fue anunciador de las arenas México, Coliseo y Pista Arena Revolución, entre otras. Sin embargo, a pesar de haber sido la voz de una de las empresas más queridas de todos los tiempos, rara vez los supuestos aficionados al Toreo de Cuatro Caminos lo mencionan como uno de los mejores anunciadores de todos los tiempos.
La razón por la que designo a Bonales en el tercer puesto es debido a que él fue el primero que rompió con la característica solemnidad de los anunciadores. En efecto, alejado de la sobriedad colíseina, se permitía interactuar de forma picara con los aficionados pero sin perder el estilo. Sin él, no existiría el estilo del "Mucha Crema" y mucho menos el de Arturo Rivera. Fue él quien incorporó el ingenio y la picardía durante la presentación de la lucha libre, además, es con diferencia el más apto a la hora de improvisar y de dirigir ceremonias. Mientras que la mayoría de sus colegas tenían que recurrir a la lectura de tediosos discursos, él podía improvisar y manejarse como un auténtico maestro de ceremonias cuando la ocasión lo ameritaba.
Su paso por la lucha libre fue relativamente corto pero lo suficientemente bueno como para dejar una huella indeleble. Tenía buenos recursos como anunciador pero además era ingenioso y divertido. Además, hasta el día de hoy es el anunciador con mayor grado de conocimiento del deporte espectáculo y es también hasta la fecha, el mejor maestro de ceremonias que se ha visto en las arenas de lucha libre.
Siempre he tenido la sospecha de que cientos de los que se dicen aficionados "al Toreo" son en realidad una bola de impostores y el hecho de que no postulen ni defiendan la candidatura de Bonales, es una de tantas razones por las que tengo muy arraigada dicha creencia.
2. Armando "Mucha Crema" Gaytán; Gaytán es el anunciador predilecto de los aficionados cuyas edades oscilan entre los treinta y los cincuenta años pero prácticamente la totalidad de su fama se la debe a los cinco primeros años del presente siglo pues es durante este periodo que su estilo garigoleado alcanzó el clímax.
Gaytán representa la infancia y juventud de un sector de aficionados que al día de hoy son muy activos en redes y que no dudan en estimarlo como el mejor de todos los tiempos. De verdad sobran razones que justifiquen la devoción que sus seguidores tienen hacia él pero es un hecho que el factor nostalgia ha hecho que se olviden varios detalles que le restan puntos para alcanzar tal título. De entrada, su alías de "Mucha Crema" obedece a que se le estimaba poseedor de un estilo exagerado que no era del gusto de todos. De hecho, existen varios textos en donde se le sitúa como el principal anunciador durante la década de los noventas cuando, en realidad, las principales luchas de la época contaron con la voz de hasta cuatro distintos anunciadores.
Su potente e inconfundible voz e imaginación le cayeron como anillo al dedo al denominado "último boom de la lucha libre" y de hecho puede considerarse una de las estrellas del mismo, sin embargo, también es un hecho que en ocasiones sus presentaciones no eran del agrado de los luchadores porque los desvirtuaba como personajes debido a que no en pocas ocasiones más que presentarlos les tiraba "carrilla". Con todo, personalmente lo estimo como el anunciador ideal desde el punto de vista de la magia de la lucha libre.
Su reinado en redes permanecerá durante varios años hasta que, poco a poco, cada vez sean menos quienes lo hayan visto en acción. Será en ese momento cuando su legado se ponga a prueba.