lunes, 30 de enero de 2023

Las Luchadoras contra el Médico Asesino: (y el autoritario gobierno)

Sinopsis: El Dr. Ruiz (Roberto Cañedo) es una eminencia médica que lleva una doble vida. De día es un respetado médico pero en la clandestinidad se desenvuelve como "el médico asesino", la mente maligna detrás de la ola de feminicidios que mantiene aterrada a la Ciudad de México. Ruiz, obsesionado con vencer a la muerte, en su búsqueda de la candidata ideal para llevar a cabo sus crueles experimentos secuestra y asesina a Alicia Flores (Sonia Infante), la hermana de Gloria Flores (Lorena Velázquez), la luchadora más famosa de México.

El veinticuatro de mayo de mil novecientos sesenta y tres, precedida de una gran expectación, se estrenó en México "Las Luchadoras contra el Médico Asesino", la primera de siete películas inspiradas en el pancracio femenil. La expectativa hacia la cinta, mejor dicho el morbo, se debió a contar con la lucha libre femenil como parte esencial de la trama.
En contexto, para la fecha del estreno de la película las luchadoras profesionales tenían nueve años sin poder luchar en la Ciudad de México debido a una autoritaria y anticonstitucional prohibición que les fue impuesta por el sátrapa Ernesto P. Uruchurtu y ejecutada por el abyecto Luis Spota y su esbirro, Rafael Barradas Osorio (Es inexacto hablar, tal y como lo hacen muchos autores, de un "decreto" porque la existencia del mismo no consta en ningún archivo gubernamental).

A pesar de que estaba por cumplirse una década del acto dictatorial en agravio de las luchadoras, varias de estas todavía gozaban de relativa fama gracias a la que adquirieron antes de la ilegal prohibición y a la prensa especializada que les daba cobertura a sus presentaciones. Luego entonces, para el momento en que se dio el anuncio del estreno de la película es lógico que esta iba a generar gran expectación. El título de la película, los ceñidos equipos de cuerpo completo de las luchadoras, la promesa de presentar a bellas actrices en "tremendos asaltos de lucha libre", la presencia de cinco de las luchadoras más populares de la época -con crédito incluido- y un elenco estelar, fueron los ingredientes que llevaron a la fama a esta cinta. Finalmente, gracias a la pantalla de plata, la lucha libre femenil volvió a la capital del país para pesar de los déspotas que nos gobernaban. Un éxito rotundo.

El film dirigido por René Cardona y escrito por Alfredo Saldivar tuvo el acierto de contar con Lorena Velázquez, la reina del cine fantástico mexicano, como la encargada de darle vida a la luchadora ficticia "Gloria Venus". Si bien es cierto que Lorena compartió su corona del cine fantástico con su hermana Teresa, no menos cierto es que gracias a esta película y a sus secuelas se consolidó, en solitario, como la reina del cine de luchadores.

El segundo acierto fue la elección de Elizabeth Campbell para interpretar a "The Golden Rubí", la novel luchadora amadrinada por "Gloria Venus". Campbell, una inexperta actriz estadounidense, se mimetizó y comprometió con su personaje a tal grado que no solo es la mejor actriz en rol de luchadora de todos los tiempos sino también una de las mejores celebridades, hombres y mujeres, en interpretar a un luchador en escenas de acción.
Además de la adecuada elección de las protagonistas hay un punto de la película que quisiera destacar y del que muy poco se ha hablado: su valor trasgresor. En efecto, los críticos de cine suelen tener buenos gustos, pero una visión miope y varios prejuicios hacia géneros que tradicionalmente no están asociados al llamado “cine de arte”. Como producto de su discriminación y en algunos casos, de su ignorancia, pasan por alto el posible valor presente en obras que no pertenecen al género de su preferencia. Este es el caso de “Las luchadoras contra el médico asesino”.
Debido al cerco informativo de la época. la poca relevancia que en términos políticos tiene la lucha libre y a la propia temática de la película, no se le dio a esta (ni se le ha dado) el carácter trasgresor que realmente tiene. Así es, para la fecha de su estreno el titular de la secretaria de gobernación era Gustavo Díaz Ordaz (eventual presidente de la república mexicana tristemente recordado por el autoritarismo y represión política que caracterizó a su gobierno), siendo él el encargado en turno de la aplicación de la llamada “ley mordaza” a medios impresos y electrónicos (no siendo el cine la excepción). En consecuencia, la libertad de expresión era mínima y las consecuencias de tener una postura crítica hacia el gobierno podían pagarse incluso con la vida (literalmente). Luego entonces, ¿cómo no encontrarle un valor disruptivo a una película que presentaba a mujeres desempeñándose en una actividad prohibida en la capital del país?
En aquel entonces los artistas tenían que ser muy ingeniosos para realizar crítica social y muy a menudo ni siquiera así podían evitar ser multados o arrestados. Una anécdota atribuida al comediante Jesús Martínez “Palillo” refiere que, para tratar el tema de la autoría intelectual del magnicidio de Álvaro Obregón, usaba una rutina en donde alguien preguntaba “¿Quién mató a Obregón?”, a lo que él contestaba “CALLESé” la boca, en una ingeniosa alusión a la ley mordaza y al sucesor presidencial del malogrado mandatario –Plutarco Elías Calles-.
Refiero a dicha anécdota para dar un ejemplo de cómo se tenían que disfrazar las críticas para poder mostrarlas al público siendo este el caso de la presente película. En efecto, para poder criticar a las autoridades capitalinas y a su inconstitucional veto se filmó el siguiente dialogo entre los personajes de Alicia (Sonia Infante) y el profesor Ruiz (Roberto Cañedo).
_ ¿NUNCA ha visto una lucha libre, profesor?

_ ¡Oh no! Usted sabe que yo no puedo soportar violencias. Me enferman.

_ (sonriendo) Si viera que bonito deporte, quizás algún día se decida ir (tono irónico).

_ ¡De ninguna manera!
El dialogo no solo nos recuerda aquello de que, por lo regular, detrás de una prohibición que apela a “la moral” se encuentran los prejuicios, la ignorancia y la intolerancia, sino que, además, el mismo se produce entre la eventual víctima y su victimario. Infante, aficionada y hermana de una luchadora, es una mujer pacifica mientras que el censor, el hombre espantado por la violencia de una actividad que nunca ha visto, es en realidad un homicida. De ninguna manera este un dialogo al azar, es una crítica.
En la vida real el regente del Distrito Federal, Ernesto P. Uruchurtu, se caracterizó por ser un sátrapa durante su ejercicio de la función pública mientras que Gustavo Díaz Ordaz cometió crímenes de Estado –irónicamente su hijo Alfredo Díaz Ordaz fue un gran aficionado a la lucha libre y el único adolescente con acceso a la arena coliseo durante los años en los que se prohibió el acceso a menores-. Vaya hombres los encargados de procurar por la moral y las buenas costumbres de los ciudadanos.
En el caso de las autoridades que estaban al frente de la entonces Comisión de Box y Lucha del Distrito Federal, Luis Spota y Rafael Barradas, el primero de ellos solía decir que la lucha libre femenil era un mal ejemplo social debido a sus niveles de violencia. De modo tal que no hay ninguna duda de que la flecha tenía un claro destinatario.

Por cuanto hace a las escenas de lucha libre la película cuenta con tres combates, dos en relevos sencillos y uno más en mano a mano, siendo el primero de ellos el mejor de los tres debido a que la acción corre prácticamente en exclusiva a cargo de luchadoras profesionales. 
 
El segundo es el más demandante para las actrices y cuenta con un sobresaliente desempeño de Elizabeth Campbell. El tercero, el match cumbre, no destaca por algo en especial a pesar de que el personaje de “Vendetta” fue interpretado por la brillante Chabela Romero. No obstante, en su faceta de “Carmela Camacho” pudo mostrar un poco más de las aptitudes de quien fuera una de nuestras más brillantes luchadoras.
La película cuenta con los típicos absurdos de las cintas de Rene Cardona siendo el mayor de todos el consistente en no poder deducir que, entre una docena de sospechosos, el médico asesino es precisamente el único de ellos que se desempeña como médico. No obstante, la historia es funcional y es una de las mejores del género.
No me corresponde juzgar el valor técnico y artístico de la obra, pero como aficionado a la lucha libre y admirador de las mujeres luchadoras, encuentro un gran valor en “Las Luchadoras contra el Médico Asesino” debido a que sus escenas de acción son el único documento visual que existe del apogeo de varias luchadoras profesionales, y que además tuvo el mérito de haber presentado un espectáculo prohibido y de lanzar una pequeña pero brillante crítica a la censura.