martes, 12 de julio de 2022

La lucha libre no es subjetiva.

Apelar a la subjetividad es la carta favorita de perezosos que, temerosos de la fragilidad de sus afirmaciones, eluden el debate y se refugian en el mediocre “todo depende del cristal con el que se mira” para, de menos, lograr “el empate ideológico” y situarse en el mismo nivel de quienes los superan en conocimiento. Cualquier disciplina, llámese deportiva o artística, parte de una técnica y en consecuencia la parte “subjetiva” queda descartada desde el inicio debido a que las calidades en la ejecución de sus respectivas técnicas no radican en el gusto de quien las observa sino en la precisión con la que estas se realizan.

Confundimos gustos con mérito técnico. Lo primero por supuesto que es subjetivo, pero no así lo segundo. Desde el punto de vista de la técnica por supuesto que es posible hacer un comparativo y determinar quién es el mejor entre dos personas que realizan la misma actividad. Que no tengamos el conocimiento para hacerlo es otra cosa. Equiparar nuestra ignorancia para afirmar la falta de métricas en la lucha libre es cinismo puro.
 
Partamos del hecho de que la lucha libre profesional tiene como base a los estilos de lucha greco y libre y de que en ambos casos existen técnicas propias de cada estilo que para su correcta ejecución o para el impedimento de las mismas, requieren de una postura correcta (postura del cuerpo, arco de espalda, posición y golpe de cadera, alineación de las piernas, sujeción de extremidades en puntos específicos) y de la adecuada mecánica de movimiento. Nada de lo anterior es cuestión de gustos.
En el mismo orden de ideas incluso en el acondicionamiento físico y en el dominio del “tumbling” existen movimientos que para su correcta ejecución requieren de una técnica adecuada (por ejemplo, la posición de la barbilla). De nueva cuenta no estamos en presencia de nada que sea cuestión de gustos.
 
Luego entonces, luchador solo es aquel que domina las técnicas de estilo libre o grecorromano, nada más. En consecuencia, es perfectamente posible decir quien es mejor entre dos o más elementos dado que existen métricas para hacerlo, apelar a los gustos es propio de gente perezosa e ignorante.
 
Lamento decepcionarlos, pero la oratoria, el vestuario y la mímica no son cualidades de un deportista. Estas cualidades son valoradas desde el punto de vista de la teatralidad de la lucha libre pero, al no constituir sistema de lucha alguno, su dominio es insuficiente para alcanzar el estatus de luchador. 
 
El mero intercambio de golpes y patadas, tampoco le brindan el rango de luchador a elemento alguno, vaya, ni siquiera les dan el rango de pugilistas o "taekwondoines" debido a que quienes utilizan este estilo "de lucha" ni siquiera lo hacen con técnica alguna sino que lo hacen del mismo modo en el que pelearía un borracho en una cantina.
 
Posterior a las bases vienen las técnicas propias de la lucha libre profesional las cuales están integradas por el resultado que se dio de la fusión y derivados del estilo híbrido de combate conocido coloquialmente como “catch” así como de la parodia circense de un match de lucha libre que se popularizó en el circo y espectáculos teatrales a finales del siglo XIX e inicios del XX. Por un lado, tenemos movimientos que fueron extraídos de diversas disciplinas marciales y cuya ejecución tiene una técnica especifica dado que son genuinas técnicas de combate y, por el otro, movimientos estéticos que simulan ser técnicas de combate pero que en realidad son inútiles en los mismos debido a que para su ejecución se requiere del consentimiento del rival. En ambos casos detrás de su adecuada ejecución existe un método, puesto que incluso en los movimientos que figuran ser una técnica de combate hay una secuencia de pasos, postura y mecánica de cuerpos que de no hacerse de forma correcta van a derivar en la in-ejecución del movimiento o en su realización defectuosa. Evidentemente no hay lugar para hablar de cuestión de gustos.
Luego entonces, a quienes no tengan bases, pero dominen el catch es posible llamarlos luchadores profesionales –en el sentido coloquial- pero no luchadores en forma, de hecho, quienes dominaban exclusivamente este estilo eran conocidos antiguamente como “catchcaneros” siendo varios de ellos reconocidos como destacados “cueteros”-. En efecto, las bases de lucha libre solían ser utilizadas para dirimir controversias y elevar reputaciones pero para los fines para los que era utilizado el cuete, eran mucho más adecuadas las técnicas marciales incorporadas al estilo híbrido del catch.
 
Por otro lado, quienes no dominan de forma genuina las bases ni el catch y únicamente hacen figuras si bien es cierto que también, de forma coloquial, se les puede llamar luchadores lo cierto es que se encuentran en el escalón más bajo por ser los menos aptos para el combate. En diversas etapas se les han llamado desde cirqueros, hasta payasos y elementos que solo saben hacer “figureo” debido a que no cuentan con habilidades genuinas de lucha y sus técnicas son ineficaces en un combate real. Por ejemplo, es conocido que Black Shadow era menospreciado por el Patrón Bonales debido a sus rocambolescas pero ineficaces llaves. 

Ahora bien, debido a la teatralidad de la lucha libre hay que aclarar que estas figuras son toleradas debido a que requieren de una labor creativa que va desde imaginarlas hasta llevarlas a cabo, sin embargo, a medida que se alejan de la lógica y que demandan de mayor colaboración estas pierden valor y se reducen a meras coreografías ridículas. 
No obstante, lo anterior, ya sean técnicas genuinas o figuras, la realidad es que la lucha libre profesional es un espectáculo predeterminado y coreografiado, sin embargo, ya sea un derribe de sacrificio o un angelito, es un hecho que cada movimiento o secuencia demanda de una técnica que es perfectamente medible por la precisión con la que la misma se haga, por tanto, si se tienen los conocimientos técnicos necesarios es cien por ciento posible determinar quién es quién en el mundo de la lucha libre.
 
En resumen, la lucha libre no es cuestión de gustos porque la misma no es subjetiva. Simple y sencillamente se tienen o no los conocimientos para aplicar las métricas adecuadas.