Voy a iniciar el presente post con una afirmación categórica: El Santo es la máxima estrella que ha dado la lucha libre mexicana.
Dicha frase debe de entenderse tal cual, esto es, que estoy hablando de su estatus como figura y parte de la cultura popular mexicana, más no lo estoy reconociendo como el mejor luchador mexicano de la historia -título que ni siquiera se le concedió cuando estaba en activo-.
Ahora bien, en honor a la verdad hay que admitir que la hoja de vida del también llamado "enmascarado de plata" reúne varios méritos que hacen que su postulación a lo mejor de nuestra historia sea una de las dos candidaturas más serias que puedan ponerse sobre la mesa para reclamar tal título.
Rodolfo Guzmán "El Santo" tiene la peculiaridad de que debe de aparecer, si o sí, tanto en los tops sobre los mejores luchadores técnicos y rudos de la historia. En efecto, la carrera del luchador por antonomasia no puede entenderse sin su brillante y apasionante etapa como luchador rudo, de hecho, en su estilo de lucha nunca dejaron de estar presentes varios de los elementos que, desde las rudezas, lo hicieron un consentido de la afición y posterior ídolo en el bando técnico.
Ahora bien, es un hecho que Guzmán fue parte de varios proyectos fallidos y que solo alcanzó el éxito hasta que se convirtió en El Santo. Él le debe mucho de su popularidad a Don Jesús Lomelí, José G. Cruz y René Cardona, sin embargo, también es un hecho que la genialidad de estos tampoco hubiera servido de nada de no haberse dado la irrepetible simbiosis que hubo entre persona y máscara.
El Santo fue un genio de la ironía y del cinismo antes de ser un aclamado ejemplo de la pulcritud, su estilo de lucha era tan aguerrido como espectacular y aunque el mismo admitía no ser el más dotado técnicamente hablando, tampoco era un impedido y, de hecho, su experiencia en el ring y en los foros del cine, le dieron una noción del espectáculo que le permitieron seguir dando luchas atractivas incluso durante su senectud.